lunes, 22 de abril de 2013

Parque natural bahia de Cadiz




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En el centro de la costa atlántica de la provincia, sobre una gran zona humeda, se halla el Parque Natural Bahía de Cádiz. A pesar de la elevada presión humana, an se conservan zonas casi intactas como las Marismas de Sancti Petri y la Isla del Trocadero, declaradas Parajes Naturales. En torno a ellas, se encontraron restos fenicios, y romanos, como el Templo de Hércules, en la Isla de Sancti Petri, y el antiguo puerto en el Caño del Trocadero, vinculado al comercio con las Indias. Y es que el importante valor estratégico y defensivo de esta zona influyó en la temprana aparición, hace 3.000 años, de asentamientos humanos en la Bahía, que han legado un excepcional patrimonio de antiguas fortificaciones.

La intrusión del mar y la desembocadura de los ríos Guadalete y San Pedro, junto con el suave clima mediterráneo, determinan las características ecológicas de este humedal y su gran diversidad paisajística: playas, dunas, lagunas, marismas y esteros. Una de las opciones más interesantes para descubrirlas es el recorrido náutico del caño de Sancti Petri, tanto en piragua como en barco de vela. También se ofertan actividades como rutas a caballo y buceo, desde los distintos clubes y puertos de la costa.

En las marismas, protagonistas del Parque, se encuentran plantas como espartinas, salicornia y sarcoconia segn el nivel de inundación. La vegetación también invade las dunas, estabilizándolas conforme se alejan de la costa. Desde barrones hasta la rubia de mar o la clavellina pasando por el cardo de mar o el tártago marino son ejemplo de estas especies dunares. Alrededor, se abren paso los pinos piñoneros, acompañados de arbustos que sobreviven estoicamente a la salinidad ambiental. Como muestra del denso pinar que se extendía entre El Puerto de Santa María y Puerto Real, an quedan enclaves como el Pinar de la Algaida. En este marco habita el camaleón comn, una especie en peligro de extinción.

Su posición entre los parques naturales de Doñana y el Estrecho lo convierten en un enclave privilegiado para observar las aves que migran entre Europa y África. Este lugar alberga algunas de las colonias españolas más importantes de charrancitos, cigüeñuelas y avocetas. En las playas, el visitante divisará alcatraces, cormoranes, gaviotas patiamarilla y especies limícolas como ostreros, además de correlimos tridáctilos, agujas colipintas, charrancitos y chorlitejo patinegro. Otros habitantes son el elegante flamenco y el águila pescadora.

La vida de muchos de los habitantes del lugar ha girado en torno a las salinas, condicionando su subsistencia desde tiempos inmemoriales y marcando su carácter. Conviene realizar un recorrido por sus senderos para comprobar su influencia en el paisaje, destacando las Casas Salineras y las Salinas del Río Arillo. A la par se puede contemplar multitud de aves desde los observatorios ornitológicos habilitados.

Actualmente, la extracción de sal ha dejado paso a otras actividades como el marisqueo de estero, la pesca de bajura y la pujante acuicultura, principales recursos de la zona. Conviene degustar insitu langostinos, almejas, ostras, lubinas, lenguados, lisas y doradas de estero, apreciados por su calidad. Son famosas las tortillas de camarones, elaboradas con harina de garbanzos, antiguamente producida en molinos mareales, algunos de los cuales han se conservan en pie, todo ello regado con vinos de la zona.

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